Bragança

En el lugar de la actual Bragança existió un castro, que  fue utilizado por los romanos, suevos y visigodos pueblos que también dejaron sus marcas en la historia de la población.

El asentamiento inicial desapareció a causa de la destrucción provocada por las luchas de reconquista, posteriormente fue restaurada por D. Fernando Mendes en el año de 1130 en la cumbre de una colina donde hoy se encuentra la Ciudadela, centro histórico de Bragança.

La situación estratégica de Bragança como punto de control de importantes vías de comunicación llevó a D. Sancho I a concederle su primera carta Foral en el año de 1187. Desde entonces los numerosos privilegios otorgados por los diferentes monarcas propiciaron el crecimiento de la urbe. A mediados del siglo XIII comenzó a consolidarse como centro administrativo, militar y religioso.

Los siglos XIV y XV se caracterizaron por el incremento demográfico sobre todo fuera de los muros, donde se comenzó a crear los barrios de artesanos.

En el año de 1464 se le concede el título de Ciudad, empieza entonces una época de dinamismo y desarrollo gracias al papel de la colonia judía y de la importancia económica de la industria de la seda.

En el siglo XVIII empieza tomar forma la gran crisis de principios del siglo XIX, que llevará prácticamente hasta la actualidad. La economía se estanca y vuelve a ser dependiente de los mercados exteriores, se produce un importante proceso migratorio.

A partir de la década de los años 70 la ciudad empieza a salir de su estancamiento, se produce una evolución urbanística caracterizada por el crecimiento vertiginoso y empieza el retorno de emigrantes. Actualmente Bragança goza de comercio floreciente.

Hoy en día el turista no puede dejar de visitar el Castillo, la Domus Municipalis y el Parque Natural de Montesinho que separa la ciudad de España.

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