En su libro Tras os Montes un viaje portugués Julio Llamazares narra así su aproximación a Bragança:
Desde la lejanía, viniendo de España, Bragança es una estrella de piedra en la distancia, una luciérnaga inmensa que desaparece y reaparece, a cada curva de la carretera, entre las sombras de las colinas y de los pinos que la rodean.
El viajero, que atravesó la raya en Portelo y ya ha dejado atrás França, Rabal, Oleirinhos, Meixedo, pequeños pueblos oscuros, dormidos bajo la noche, divisa la ciudad y acelera el coche por ver si llega a ella antes de que amanezca.
Al viajero le gusta llegar a las ciudades a esa hora, bien la del alba, bien la del anochecer, en la que todavía nada es concreto.
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