Arquitectura militar en el Algarve


La arquitectura militar es también un aspecto característico de la región de el Algarve. En un principio fueron los castillos que el Islám y cristianos se disputaron durante 150 años. Más tarde surgió la necesidad de defender la costa de los piratas y las flotas hostiles, lo que dio lugar a la construcción de una serie de fortalezas marítimas.
Dos castillos medievales revisten particular interés por mantener casi intacto el diseño árabe original. Es el caso del Castelo de Paderne, en Albufeira; uno de los escasos ejemplos de construcción en tapia que ha llegado relativamente intacto a nuestros días. Se encuentra a dos kilómetros al sur de la localidad del mismo nombre, en un otero rodeado por la Ribeira da Quarteira (puede verse desde el sur de la Vía do Infante, entre el nudo de Boliqueime y el de acceso al IPI). Se trata, por encima de todo, de un lugar apacible envuelto en leyendas y creencias populares. El otro castillo árabe por cuyo dominio lucharon moros y cristianos en sucesivos cercos es el de Silves. La ciudad, atacada en 1189 y tomada provisionalmente por los portugueses, volvió a ser sitiada y no pudo recuperarse definitivamente hasta 1242. El castillo resalta entre el blanco de las casas gracias al color rojizo de sus piedras de gres. La imponente muralla ovoidal con seis torres aún sigue el contorno del antiguo entramado de Silves. Los restos del expolio encontrados en los trabajos arqueológicos se exponen en el Museu Municipal de Arqueología, uno de los mejores del país. También revisten cierto interés los castillos de Aljezur y de Alcoutim. El primero no se conserva demasiado bien pero, como contrapartida, proporciona una bella vista en dirección a la desembocadura de la Ribeira de Aljezur y de la pintoresca Praia da Amoreira. También está medio destruido el castillo de Alcoutim, pero constituye un excelente mirador sobre el Guadiana.
Por lo que se refiere a fortalezas marítimas, un buen ejemplo es el de Forte da Ponta da Bandeira, en Lagos. Este edificio se empezó a construir en 1679 con el objetivo de proteger la bahía y, sobre todo, la embocadura de la Ribeira de Bensafrim y del puerto. Desde la explanada superior, lugar estratégico para los ataques de la artillería sobre la entrada del puerto, se divisa un bello panorama de la ciudad y del mar. El interior de la fortificación alberga varios museos relacionados con los descubrimientos, un restaurante de cocina tradicional y la capilla de Santa Bárbara, con azulejos del siglo XVIII.

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